(locales) Buenos Aires. Entre callos y medias noches
Bares y restaurantes
Por Analía Melgar
La presencia invisible de Federico satura el aire. En Cantares, García Lorca se esconde en todos los rincones; hasta las puertas del baño se identifican con las líneas estilizadas de sus dibujos. Como en una comunión herética, se introduce en cuerpo y alma dentro de cada cazuela, derramando “la luna y la calabaza / con las guindas en conserva” y “papel de chocolate / con los collares de almendra”, sazonados con “dolor y almizcle, / con las torres de canela”.
Después de su vida prodigiosa y su muerte en el calvario, Federico resucita. Regresa con su mirada enamorada al tablao al que concurría entre 1933 y 1934, cuando residía en Buenos Aires. Fundado en 1901 como La Taberna Española, el local funcionó durante setenta años, luego fue clausurado y así siguió hasta este año, en que se animó a reabrirlo la actriz María Balmayor. Ahora llamado Cantares, el restaurante seduce a través de todos los sentidos. El primer encanto son sus paredes blancas, recortadas por pequeños faroles y ventanas de hierro de las que cuelgan begonias frescas: la imagen de un pueblo enclavado en las sierras de Andalucía, tal vez Granada o Sevilla o Córdoba, quizá Cádiz.
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