sábado, febrero 12, 2005

(critica) Imponente Jerónimo


A veces el flamenco tiene la virtud de colarse como quien no quiere la cosa porque entra en el alma con el ritmo acaramelado del almíbar. Otras veces, el flamenco te rodea, se planta en medio del universo mágico de la escena, te mira a los ojos y produce el increíble efecto de la perfecta sincronía entre los músicos y los espectadores. Como sucedió el jueves de la mano de Jerónimo, su hermano Leo de Aurora y ese cantaor de breve anatomía llamado Paco del Pozo.
PABLO G. MANCHA/

Y es que lo que acontenció en el Salón de Columnas tardará tiempo en ser olvidado por una afición que abandonaba la sala dándose literalmente pellizcos para despertar de ese ensueño flamenco del que nadie quería desperezarse, expresando una especie de euforia interior por lo que se acababa de vivir con una sensación de que se había producido un descubrimiento, una revelación y un insospechado encuentro entre tres artistas portentosos de una flamencura fetén, sin medias tintas y con una hondura plena de sentimiento, cabalmente técnica y felizmente inspirada.

Jerónimo Maya, que acaba de grabar su primer disco, dejó sobre las tablas del Bretón una noche mucho más que redonda: se antoja alucinante la técnica que posee, el dominio pleno, absoluto y nada falaz de su guitarra.


(leer +) [vía la guia de la rioja]