(crítica) Ciclón, canalla, amargo... Rafael
Por fin llegó a Logroño Rafael Amargo. Cual 'Cesar Imperatore' del mundo de la danza en España, llegó, bailó y venció. Con más de ciento ochenta funciones en su cuerpo, el éxito era casi previsible. Cartel de no hay entradas, colas para entrar al teatro y caras nuevas entre los habituales daban buena cuenta del fenómeno 'Amargator'.
PERFECTO URIEL/
Enramblao es un espectáculo flamenco, sí, pero abierto a otras músicas, estilos coreográficos y artes escénicas y audiovisuales. Un concepto nuevo, una manera diferente de llegar hasta el público. El delirio creativo llega a extremos insospechados donde los conceptos del baile flamenco no son tan encorsetados, tan ortodoxos como lo puedan ser en otros espectáculos y, la verdad sea dicha, no hay que ser un entendido para disfrutar de sus propuestas. Él, Rafael Amargo, es un genio polifacético, fabricador de espectáculos comerciales, equilibrados, de gran formato, con toques de denuncia social e intelectualidad sumergida y sobre todo asequibles a todos los públicos, incluso para los que lo eligen para iniciarse como espectadores de danza.
No creo que se puedan decir muchas más cosas de las que ya se han dicho acerca de Enramblao y Amargo pero si que me gustaría ponderar ese maravilloso riesgo que este joven creador asume cada vez que pone sobre la escena una de sus creaciones. Más de dos horas de espectáculo es un riesgo de narices en el mundo de la danza y él tiene esa habilidad de concebirlo y hacer que lo saboreemos sin movernos de las butacas. Generoso y acertado en sus propuestas musicales mezcla acentos rítmicos dispares con esencias flamencas que se aceptan con gusto. Frescura en esos planteamientos de divertir a un respetable que -en la noche del sábado- decide gastar su dinero en acudir al teatro para relajarse de los avatares cotidianos.
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