(crítica) Dos ciudades imaginadas
álvaro carmona
reverencial. La cantaora le hace los honores a su padre y maestro.
JUAN VERGILLOS
Córdoba fue a ver a Estrella. Granada a Enrique. La hija bailó con un clavel en el pelo. El padre lloró de luto. Pero qué contento estaba: sus dieciocho lo contemplaban a lo largo de estos cuarenta y cinco años trascurridos desde su debut en este mismo lugar. Pero su risa (no es fácil retratar así al maestro) no iba dirigida al niño sino a la Niña, a la mujer que estaba a su lado. Cuando Morente (Enrique) subió a escena pasaban 20 minutos de la hora marcada para el inicio. Sin embargo, todavía quedaba gente por entrar en una larga cola a la puerta. Toda la noche el bullicio rodeó el escenario. Enrique (Morente) cantó primero. Es extraño que así fuera. Primero y poco, como telonero de lujo para el espectáculo Pastora 1922 de Estrella. Cantó muy bien. Sobre todo en unas soleares apolás sobrecogedoras, dolientes, con el Niño Josele haciéndose el antiguo, sabiqueando.
(leer +) [vía diario de sevilla]
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