(crítica) Vicente Amigo encantó con su guitarra flamenca
( Notimex en Guanajuato )
( 2005-10-21 )
En una verdadera comunión con la gente, el guitarrista flamenco Vicente Amigo derrochó talento y sensibilidad; magia y encanto, en el recital celebrado la víspera en el Teatro Juárez, de esta ciudad, cuyo público se entregó sin reservas.
Convertido en una estrella que brilló como pocas, el cordobés nacido en 1967 colmó la noche de quienes asistieron al centenario recinto, donde interpretó fandangos, bulerías, rumbas, zapateados, boleros y alegrías, que siempre fueron largamente aplaudidos.
La magia comenzó desde que Amigo apareció en el escenario y conquistó a los espectadores en el único recital que virtuoso de la guitarra ofreció en el 33 Festival Internacional Cervantino, como parte del programa en colaboración con la Bienal de Flamenco de Sevilla, España.
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1 Comentarios:
Si les interesa, mando este texto que escribí en Milenio Diario sobre el concierto de Vicente Amigo en Guanajuato. Saluldos.
El alma en las cuerdas de la guitarra
Guitarrista de imaginación portentosa y creatividad abierta, Vicente Amigo hace del flamenco una música que deriva hacia un lenguaje propio. La música es una lucha interna, señaló después de su concierto en el Teatro Juárez
Xavier Quirarte
Solitario, en el centro del escenario del Teatro Juárez, Vicente y su guitarra. Ataca las cuerdas y sus escalas se tornan un regalo para los técnicos que van afinando el equipo de amplificación. El calor de las luces, advierte Vicente Amigo, desafina la guitarra, así que pide bajar la intensidad.
Horas más tarde. Solitario, en el centro del escenario del Teatro Juárez, Vicente inicia su concierto con una pieza a guitarra sola. Aunque se le amplifica con reverberancia excesiva, el guitarrista hace pasar sus atributos por encima del escollo. Solo, en cuarteto o septeto, su imaginación es tan portentosa como la escuela de la que ha abrevado. El público, embelezado, se entrega desde la primera hasta la última nota.
Amigo hace del flamenco un asunto personal. Ha tomado del género los elementos fundamentales y los ha conjugado en un discurso tan trepidante como reflexivo. Su manejo de contrastes y cambios de ambiente constantes provoca que el alma se asome por las cuerdas de su guitarra.
Aunque hay momentos de melancolía bien dosificada, en su música no hay lágrimas negras o de otro color. Tiene la capacidad de hacer suyas ideas provenientes de otros géneros sin caer en concesiones, sin dejar de ser flamenco para sumergirse en una mercadotecnia que no le sentaría bien.
La lucha interna
El público está lejos de saber la lucha interna que Vicente Amigo entabla en cada concierto. Al concluir su presentación ofrece una charla informal a un puñado de periodistas. Por momentos pareciera que el guitarrista piensa en voz alta, como si estuviera solo, aunque rubrica sus comentarios con sonrisas.
Al hablar sobre el concierto asegura: “Yo vengo a dar el corazón como siempre y a dar la música que yo entiendo, que voy buscando día a día. Estoy hablando del flamenco, pero mi bandera es ninguna y es la música. Desde luego el flamenco es lo que yo siento y donde me he criado”.
Músico abierto que ha colaborado con rockeros, jazzistas y compositores sinfónicos, asegura que últimamente escucha mucha música clásica. “Me está interesando el mundo de la orquesta; a ver si algún día aprendo a orquestar algunas cosas para una formación pequeña. No sé si habrá tiempo de hacer las cosas dignamente, pero me gustaría meterme en una historia así.”
Para Amigo quien primero debe estar satisfecho con su música es él mismo. Esto, asegura, “muchas veces es doloroso porque no todos los días te sientes con esa fuerza para tocar, pero es lo que busco día a día. Aunque sea doloroso lo busco. No sé si me creerán o no, pero de lo que me alimento es del propio sentimiento que lleve dentro. Eso es lo que me hace funcionar o no. Yo no toco la guitarra para que me den un aplauso. Esa es la verdad.”
Agradece los aplausos, pero advierte que incluso pueden ponerlo nervioso. “Me gusta una aplauso cuando estoy bien –dice riendo–. Hay otras veces que estoy irregular y pienso: ¡Te están aplaudiendo y estás para matarte, Vicente! Por eso digo que es doloroso. Es una guerra con uno mismo, que supongo la tendrán todos los artistas. Busco que ese trozo de madera con cuerdas sea algo que forme parte de mi ser, de mi cuerpo”.
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