lunes, febrero 27, 2006

(noticia) El hermano Machado que fue funcionario de prisiones

Francisco estudió Derecho, opositó al Cuerpo de Prisiones y se convirtió en algo así como el “carcelero” bueno, fiel creyente de la reinserción social. Pero también desarrolló su vena literaria, escribió un libro –“Leyendas toledanas”– y publicó artículos y poemas en revistas. Enrique Sánchez Lubián, autor de “El reloj de la cárcel”, cuenta la vida de este literato, oculto tras el éxito de sus hermanos Antonio y Manuel.

Sus modelos. Antonio (izq.) y Manuel Machado, sus hermanos mayores, reconocidos escritores.

Fotografía de Ricardo Cases

Los hermanos Machado no eran dos, sino seis: Manuel, Antonio, José, Joaquín, Francisco y Cipriana. En la primavera de 1915, Francisco, oficial del Cuerpo de Prisiones, remitió varias cartas a Unamuno desde El Puerto de Santa María (Cádiz); en una le enviaba unos versos lamentando la guerra europea: ¡Qué triste contemplar en la montaña, / el bajo mundo de la infértil tierra, / y el tremolar de la voraz guadaña, / sobre los yermos campos de la guerra!". Pedía a don Miguel consejo sobre sus poemas, pues pretendía seguir el brillante camino literario que ya transitaban Manuel y Antonio.

En su intento solamente publicó una obra, Leyendas toledanas, dejando otras poesías desperdigadas por revistas de la época. Ahora, el libro El Reloj de la Cárcel rescata de la penumbra su figura y su desconocida labor literaria.

En el año 1883 la familia Machado abandonó Sevilla para trasladarse a Madrid. El abuelo, Antonio Machado Núñez, pionero de los estudios prehistóricos e introductor de las teorías de Darwin, fue nombrado catedrático de la Universidad Central. El padre, Antonio Machado Álvarez, reconocido folclorista y estudioso del flamenco, comenzó a trabajar de profesor en la Institución Libre de Enseñanza y allí estudiaron los pequeños Manuel y Antonio. En la capital nacieron Francisco y Cipriana, quien falleció a los 15 años. Las clases en la Institución no daban para mucho y Machado Álvarez decidió emigrar a Puerto Rico en busca de fortuna. Sus hijos no volvieron a verle con vida (en 1893 murió en Sevilla enfermo de tuberculosis).

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