(artículo) El fandango holandés
POR VIRGINIA RÓDENAS FOTOS: SEBASTIAAN WESTERWEEL
Dicen que los tulipanes del viejo canal Singel andan mustios de envidia porque el Amstel lleva sin pudor y por todos los rincones de Amsterdam los amores del guitarrista Frans Nottrot por el fandango de Alosno. «Pura pasión» que confiesa desde la capital holandesa este músico que acaba de regresar a su país después de participar en los festejos de las Cruces de Mayo por tierras onubenses. Un entusiasmo contagioso que desde hace veinte años va sembrando la planicie holandesa de fans. «Es algo magnífico, inimaginable cuando con 17 años decidí que quería estudiar guitarra flamenca después de escuchar una grabación. Fue todo un flechazo porque ni en mi familia ni entre mis amigos había tal afición. Eran los años ochenta y ciertamente mi caso era un caso raro. Luego, cuando por fin conocí Huelva, hace 15 años, y participé en una romería, me quedé prendado para siempre de la música alosnera», nos cuenta Nottrot chapurreando un español de película de pieles rojas -aunque ya quisiéramos muchos tener esta facilidad de verbo en neerlandés-, que parece imposible que este artista sea capaz de sentir como lo hace el significado de un fandango. O puestos a ello, unas sevillanas antiguas, con las que se arranca acompañado de su coro, para el que ha reclutado entre voluntarios amsterdameses, de edades comprendidas entre los 18 y los 50 años, un plantel de cerca de veinte artistas entre cantaoras, bailaoras y músicos. «A las mujeres holandesas -apostilla el padre de «Calle Real»- lo primero que las atrae es el baile y después la fascinación por la música».
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