sábado, septiembre 30, 2006

(crítica) La estética nubla el flamenco de Cortés

antonio pizarro

joaquín cortés. Ayer en el Maestranza.
RICARDO CASTILLEJO

Media hora de retraso sobre la prevista inicialmente calentó el ambiente de la Maestranza que, de golpe, pareció enfriarse cuando los grandes y, paradójicamente, apasionados cortinajes rojos que recibían al público se descorrieron para el comienzo de Mi soledad. Así ha llamado Joaquín Cortés una puesta en escena colorista y plena en detalles estéticos pero ausente, hasta bastante entrada la representación, del sentir flamenco que, se supone, debiera justificar el conjunto total de la representación.

Así, la primera parte de la misma se asentó más en la fuerza de lo visual y lo sonoro que, junto a lo impecable del vestuario que Jean Paul Gaultier ha creado para tal cita, impacientaron a quienes acudían en búsqueda de un bailaor al que, por lo pronto, encontraron desnudo y tendido sobre el suelo. Poco a poco, aprovechando los momentos de oscuridad del juego de luces incial, el artista se enfundó unos vaqueros, se calzó sus botas y terminó de vestirse con una camisa blanca. Todo un despliegue de recursos complementado por un variado abanico gestual que situaban al respetable ante, en apariencia al menos, un atormentado protagonista.

(leer +) [vía diario de sevilla]

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