lunes, noviembre 29, 2004

(crítica) La emoción del cante de May

Hace menos de un año tuve la oportunidad de escuchar a May Fernández por primera vez. Tímida, niña, con la mirada baja, echó un par de cantes ante el oído atento de Chano Lobato, padrino que la presentó en aquel recital. La noche del sábado su acento flamenco se cruzó de nuevo en mi camino y tuve la suerte de corroborar las expectativas de la ocasión primigenia.

Lo primero que me sorprendió en May Fernández es la seriedad con la que acomete el cante a pesar de su juventud. Tanto los palos grandes como los festeros, todos ellos, los afronta con pose tranquila, relajada pero con una emoción contenida que aflora en las revueltas del quejío, con sus manos cerradas al aire o recogidas en el pecho, de donde sale sincero su cante.

Con ese mismo sentimiento abrió May su recital por malagueñas. Paladeó cada letra, dedicada a su abuelo José, templando el cante hasta la pura exaltación de la jondura. El acompañamiento sabio de el Niño dela Leo también colaboró a la creación de un clima íntimo, flamenco, y, por encima de todo, emotivo.

(leer +) [vía diario de cádiz]