lunes, abril 18, 2005

(artículo) El compás de la tierra



JOSEP MASSOT - 18/04/2005


Ir con el tiempo sin olvidar la raíz, despacito y a compás". Cristina Hoyos (Sevilla, 1946) es el movimiento de sus brazos inventándose figuras, esculturas efímeras, en el aire, con brujería; es el contoneo y el desplante, bailar con todo el cuerpo, el compás que convierte su vuelo en arte. Ha ido y va despacito, pero sin dejar de taconear rotunda en la realidad, avanzar sabiendo que alejarse demasiado de las fuentes es como dibujar en agua que corre y quedarse es morir de tedio. Pero sobre todo es pasión por el baile, intuitivo y técnico. "Nací -dice- en Sevilla, calle Vírgenes número 11, en una casa de vecinos muy grande en el centro de la ciudad. La llamaban el Corral Trompero, un antiguo convento que aún conservaba en la entrada un pequeño altar y un Corazón de Jesús". Su madre bordaba y lavaba y su padre tuvo muchos oficios. Ella, desde niña, una única pasión: sin varones entre sus hermanos, su padre la llevaba al fútbol y a los reñideros de gallos, sentada junto a él escuchando los partidos del domingo por la radio. Una radio Marconi, comprada a dita, a plazos, en la que ella escuchaba música y se ponía a bailar, de puntillas, estudiando a duras penas el palomeo de las manos en el pequeño espejo que coronaba un palanganero de madera.

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