(crítica) Las prisas no son buenas
ALFREDO J. GÓMEZ/
Enrique Morente, en un momento de la actuación. / R. OTAZO
Enrique Morente
Cante: Enrique Morente. Guitarra: Manuel Fernández Padilla. Percusión: Bandolero. Coros: Pepe Luis Carmona, Antonio Carbonell y Ángel Gabarre. Lugar: Teatro Calderón. Lleno.
NI hola ni adiós. Apenas media hora antes de la actuación llegaba al recinto. Quince minutos antes del inicio todavía estaba ensayando sobre el escenario. Enrique Morente solo se dirigió al público que llenaba con fervor el Teatro Calderón para presentar a sus acompañantes.
Que el cantaor granadino es un genio nadie lo discute. Pero como todos los genios, Enrique Morente dio la impresión de tener el día 'chungo'. Las grandes expectativas que los aficionados vallisoletanos habían depositado en este revolucionario y bohemio del flamenco se desvanecieron en apenas un par de cantes.
Bien por las carencias del sonido del recinto o por las propias del artista, el caso es que, salvo contadas excepciones, nadie entendió las letras que Enrique Morente interpretó, aunque recorrió de forma rápida su extensa discografía con textos de sus poetas favoritos.
(leer +) [vía el norte de castilla]
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