(crítica) Parida municipal. «Hollywood flamenco»

Por MANUEL ÁNGEL MARTÍN

ES evidente que no es en la acepción de «hembra que hace poco tiempo que parió» a la que me refiero, sino a la segunda y tercera que son las que dan cobertura a la parida como sandez, despropósito y simpleza, o también como obra que defrauda. Algo tarde, la real Academia tuvo que admitir estos significados, sin duda abrumada por el número de ideas o realidades merecedoras de esta denominación castiza y altamente expresiva. La parida es una estupidez fruto de la ignorancia en explosiva combinación con el atrevimiento. A veces puede tener efectos letales pero, casi siempre, mueve a la risa cuando no al cachondeo, porque no carece de cierta ingenuidad infantil y propiedades humorísticas. Tontería, chorrada, falacia o estupidez son sinónimos que carecen de ese matiz de creación apresurada y espontánea, de irrupción sorpresiva, e incluso de referencia al decepcionante parto de los montes, que toda parida tiene. Todos decimos paridas, pero las trascendentes y peligrosas -también las más hilarantes- las pronuncian los políticos, personajes muy hechos al descaro y a la necesidad cotidiana de sacar conejos de la chistera. Se ponen nerviosos o estupendos, y cuando les da por llevar la imaginación al poder, en vez de descubrir la playa bajo los adoquines, lo que descubren son restos arqueológicos, osarios y un subsuelo reacio a ser «tunelado». Si lo de Andalucía como la «California de Europa» sonaba a parto fantasioso, el anuncio del delegado municipal de Cultura de convertir un aún inexistente gran auditorio de las Tres Mil Viviendas en el «Hollywood flamenco» suena a gloriosa parida. Es cierto que de ilusión también se vive, y algunos, como se ve, muy bien, pero más les valiera intentar arreglar lo difícil y concreto que inventarse facilonas fantasías. No estaría de más que, además de «parir», intensificaran su apoyo al Comisionado para el barrio en aspectos de primera necesidad y carácter urgente.

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