martes, septiembre 07, 2004

(artículo) Ritmo áspero, melodía descarnada. JUAN VERGILLOS

La esencia, el hueso está al principio. En la taranta solar, áspera, pétrea, con la que el guitarrista almeriense llenó el escenario del Teatro de la Maestranza. La melodía desasida, trazada con tiralíneas, sin adorno. También en la bulería. Pero luego la épica del toque de bronce, de hierro, mineral, hay que buscarla debajo de los ropajes con que el flamenco contemporáneo la viste. La lujuria de Bernardo Parrilla, exhuberante, o Diego Amador, más discreto pero lleno de luz. Tomatito se viste de swing en el violín pero no puede olvidar que es oriental, austero, esencial. Sobrio, ético. Directo y sabio a la manera socrática.

O la orquesta sinfónica. Lo hizo Vicente Amigo, lo hizo José Antonio Rodríguez ... Hasta el mismo Paco lo hizo. ¿Porqué no Tomatito? Pero la línea, la verdad, está debajo. Tomatito se viste de swing o se enfunda de acentos porteños pero es levante. La bulería se hace tierra en sus manos. La melodía se destiñe, se desbroza. La melodía en el puro ritmo, en el tañido de la mera pulsación, pero un ritmo a trancas y barrancas, arrancado al corazón solar como se arranca la palabra al agricultor, al minero.

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