sábado, diciembre 18, 2004

(artículo) UNA FIESTA CATALANA

Por ANDRÉS AMORÓS/

HACE unos meses, los aficionados que asistían a una corrida en Barcelona, presenciaron un espectáculo insólito, en el paseíllo: un matador desfilaba llevando en la cabeza, en lugar de la montera, una barretina.

Ese matador de toros se llama Serafín Marín y es catalán. Su gesto tenía una intención muy clara: mostrar que la Tauromaquia es una fiesta catalana.

Al margen de los gustos personales, los hechos están ahí y son irrefutables. Ante todo, en la historia: la costumbre de correr toros bravos está atestiguada en Fraga y en Barcelona por lo menos desde fines del siglo XIV, bajo el reinado de Juan I.

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