domingo, diciembre 19, 2004

(crítica) Una vaga sensación de aturdimiento

JUAN PEREZ CUBILLO 19/12/2004

Se ha convertido en lugar común adaptar a la estética flamenca diversas obras que, en ocasiones, resultan un tanto forzadas. Algo así sucede con la propuesta musical de Távora en sus Imágenes andaluzas para Carmina Burana , donde se produce una gran amalgama de sonidos musicales y voces que aturden las más de las veces. A ello se le une la remota sensación de que no ha habido novedades en cuanto a la incorporación de cantes, bailes y toques distintos respecto a montajes anteriores; tal vez tenga su dificultad convertir en andaluza la musicalidad del medievo a partir de la propuesta del músico alemán Carl Orff. Esa corriente musical que tiende a la sátira y a lo orgiástico no aparece claramente plasmada en la adaptación, en forma de bulerías y otro tipo de cantes por fiesta. Es la solemnidad del martinete o de la seguirilla o la incorporación de la farruca, al servicio de la Andalucía del lamento, la que prevalece; por más que aisladamente aparezcan unos tangos que dan ligereza.

El planteamiento de lo irreverente musicalmente frente a las altas instancias por parte de los que desafían la ley impuesta del poderoso nunca adopta un tono serio sino festivo en la medievalidad, pues en la más pura tradición goliárdica y de estudiante nocherniego los de a pie se ríen porque fortuna puede ser hostil del mismo modo para los que gobiernan. La parte de la Cantata dedicada al vino de la segunda parte es una oportunidad pintiparada para dar rienda suelta al cante por fiesta que acaba desembocando en la exaltación de la Andalucía eterna. Es un obstáculo difícil de sortear la plasmación en la propuesta musical de la simbiosis entre la solemnidad de la música religiosa y la propensión a lo risible, por muchos "universales del sentimiento" a que se apele.

(leer +) [vía diario córdoba]