domingo, enero 30, 2005

(artículo) La segunda generación, entre el olvido y la admiración a sus raíces

Algunos hijos de refugiados cultivan tradiciones que nunca conocieron mientras otros no hablan ni una palabra de castellano
L. L. R./MOSCÚ

A Antonio y Alejandro, los hijos de Verónica, el único vestigio de sus raíces que les queda es el nombre. Nacieron en Rusia, su padre es ruso, se casaron con rusas, sólo hablan ruso. Marina Coto es el caso opuesto; también es rusa, tiene 36 años y es hija de Mercedes Coto, una 'niña de la guerra' de Turón. Ella sí habla castellano con un extraño acento y globaliza lo español; pese a sus orígenes asturianos, respeta los tópicos nacionales y baila flamenco. Igual que muchas de las personas que integran esta segunda generación de asturianos, aquellos que nacieron en Rusia, sufre un extraño sentimiento de desarraigo allí donde va.

«Cuando estoy aquí, en Rusia, me siento española; pero cuando he viajado a España, me he sentido rusa». Su padre es ruso, pero ha querido potenciar el exotismo de sus orígenes adoptando el apellido de la madre. «Es que me gusta», dice sonriendo.

Su madre fue la que la enseñó a bailar y a hablar castellano. «También hice ballet clásico y en España estuve un mes en la escuela flamenca de Madrid». Además «doy clases de español en la universidad y estudio las costumbres españolas». ¿Y las asturianas?

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