sábado, enero 29, 2005

(crítica) El frío gripa el arranque del quinto festival flamenco de Nueva York

ALFONSO ARMADA CORRESPONSAL/


CORINA ARRANZ Rocío Molina, el agua de «Los cuatro elementos»

NUEVA YORK. El festival flamenco de Nueva York pareció víctima en su arranque el pasado jueves, en un ciudad cristalografíada por el frío, de su propio éxito. Las cuatro ediciones previas no sólo han llevado a Manhattan lo mejor del arte jondo, sino que han enseñado tanto al exigente público de esta orilla que ha aprendido a discriminar lo auténtico de lo aparente, el hierro de la ganga. Porque no fueron los diez grados bajo cero los que se colaron de rondón en el City Center, sino la propia textura de la Gala Flamenca de un festival que el «New York Times» consideraba ayer «uno de los grandes eventos dancísticos» de la ciudad que nunca se aquieta, lo que la arruinó. Bajo el pretencioso reclamo de «Los cuatro elementos», la coreógrafa Jacqulyn Buglisi se metió en camisa de once varas y el duende se quedó en el Guadalquivir. Un gran ciclorama donde brotaban «rothkos» falsificados, nubes y mares no dejó de robar foco a los artistas, vestidos que daba gloria verlos por Miguel Adrover, sobre todo a las dos mujeres, Rocío Molina (agua) y Carmen Cortés (fuego), que con sus dos estilos contrapuestos y su arte indudable salvaron la noche y la vergüenza.

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