lunes, enero 10, 2005

(noticia) Dos damas de la copla española


La aparición en un remate de fin de año de una vieja fotografía autografiada trajo a esta columna el nombre de Antonia Mercé, la figura sobresaliente de una generación que en las primeras décadas del siglo pasado se movía entre los teatros de variedades y las salas de concierto y terminó definiendo los principios estéticos del espectáculo de cante y baile flamenco tal como se lo ejecuta hoy.

Como sucede cada vez que se cita a esa artista, que ejerció toda su vida con el apodo de La Argentina, aunque había nacido en Buenos Aires por casualidad y actuó aquí unas pocas temporadas, se vuelve obligatorio recuperar también a su gran rival, heredera e imitadora al extremo de hacerse llamar La Argentinita. Y no mentía, porque también era porteña accidental - de Constitución - y siete años menor que la otra, lo que explica el diminutivo.

Al contrario de la Mercé, cuyos padres eran renombrados bailarines, la familia de La Argentinita vendía telas en San Juan y Entre Ríos sin prosperar, por lo que en 1900 retornaron a España con su nena de cinco años, que creció actuando en cafés-cantantes y llegó a ser una famosa y bien pagada intérprete de cuplés antes de volverse respetable artísticamente con obras escritas por grandes poetas y músicos.

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