domingo, marzo 13, 2005

(crítica) Carmen nunca fue pena mayor


Antonio Canales, durante su interpretación en «Carmen, Carmela»

Sin perder compostura, pero visiblemente fatigado, Antonio Canales aún tuvo redaños para dejar jirones del mejor flamenco en el Auditorio Ciudad de León
Miguel Ángel Nepomuceno león

Aunque esta vez llegó puntual, tal vez demasiado, el espectáculo tuvo que retrasarse quince minutos debido a problemas de sonido que, por otra parte, no me extraña que ocurran porque a los decibelios a los que sometió una sala abarrotada que no necesita más que la nota suene sin necesidad de incrementarla -hasta umbrales que rozan la sordera-, sólo faltó el pelo de un calvo. Aunque no se guardó, como se hizo en todos las salas de España donde había espectáculos, el minuto de silencio ritual por las víctimas del 11-M, Canales llegó, cantó, bailó y convenció, aunque esta vez menos que hace dos años, cuando protagonizó una velada magnífica con su estupendo programa Bailaor , construido y coreografiado con mucha mayor riqueza que este Carmen, Carmela al que le faltó más enjundia, mayor recreación de las partes esenciales de la obra de Bizet y un poco de más de brío cañí por parte del maestro. Ante un decorado escueto, monotemático y con escaso juego de luces, los dos cantaores, el guitarrista, la caja y los tres protagonistas fueron tejiendo ese flirteo por los diferentes palos, desde la pegadiza seguidilla del arranque hasta la Habanera tradicional y desafiante que Carmen se marca para desesperación de un Don José que no sabe muy bien a qué palo juega la casquivana cigarrera de Triana.

(leer +) [vía diario de león]