sábado, abril 09, 2005

(crítica) Pura sangre flamenca

Oviedo

Pura sangre flamenca
MARIAN PIDAL/


El Auditorio Príncipe Felipe se llenó el jueves para ver a Rocío Molina, una bailaora y coreógrafa malagueña que a los veinte años puede presumir de tener compañía propia y de haberse desprendido de la incómoda etiqueta de niña prodigio para convertirse en una de las figuras más atrayentes del panorama flamenco actual. Sus actuaciones son un viaje de ida y vuelta; un recorrido por el túnel del tiempo arrastrando el equipaje de la sabiduría y el misterio del baile ancestral.

Respondiendo a la invitación de Tribuna Ciudadana, Rocío Molina se presentó en Oviedo acompañada por el toque de Manuel Caza y Paco Cruz; las voces de Antonio Campos y David Lagos -infalible en el cante de atrás desde hace años-; el cajón flamenco de Sergio Martínez, y las palmas de Laura González. Baile, toque y cante se unieron para abrir boca con unas malagueñas, palo que en la actualidad se baila muy poco, y unos tangos de Málaga con un deje de El Piyayo.

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