viernes, noviembre 25, 2005

(artículo) Flamenco y Patrimonio Cultural

LA sociedad global en que nos toca vivir ha devuelto las miradas de muchos hacia las grandes instituciones de carácter supranacional devenidas en instrumentos deseables y presuntos garantizadores de un orden que todos dicen desear justo, pero que acabamos acatando como fruto de las dispares relaciones de fuerzas, de desarrollos, de pujanzas económicas. La Unesco es tal vez, de entre ellas, una de las que pervive sosteniendo aún la aureola del prestigio que le granjearon décadas de atención a los supremos valores de la educación y la cultura. Porque a nadie es posible pedirle más de lo que puede dar, la Unesco, debilitada por la falta de alguno de los poderosos apoyos que antaño se le brindaron, sólo puede dar lo que tiene: prestigio. Ha acabado convirtiéndose en una institución entre cuyas acciones sobresale especialmente su capacidad para señalar hechos patrimoniales valiosos, incluyéndolos en las listas de las llamadas Reservas de la Biosfera o del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Estar en ellas es, por ello, una aspiración que tiene más que ver con el prestigio internacional que con cualquiera pretensión material.

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