jueves, agosto 12, 2004

(artículo) Familias flamencas, por Eugenio Cobo

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En el reciente IX Festival Flamenco Cajamadrid hemos escuchado en el teatro Albéniz los cantes de algunos ilustres veteranos, como Paquera de Jerez, Pansequito, Nano de Jerez, Rancapino, pero también a varios cantaores que están por debajo (alguno muy por debajo) de los cuarenta años: Esperanza Fernández, La Macanita, Montse Cortés, Dieguito El Cigala, Antonio Agujetas, y previamente, en las actividades paralelas, a Paco del Pozo y a Israel El Moñi. A principio de marzo y en las XVII Jornadas Flamencas de Fuenlabrada, han actuado Mayte Martín, José Ramón Caro, Juan Manuel Cañizares. Y entre los días del Albéniz y los de Fuenlabrada, el gran santón del nuevo flamenco, Enrique Morente, ha cantado en el Auditorio de Comisiones Obreras. Gran actuación la de Enrique.

Hay una realidad evidente que puede constatar cualquiera, y es que la mayoría de los conciertos flamencos se celebran a teatro lleno. Por supuesto, en los grandes acontecimientos, como la Bienal de Sevilla, Festival de Jerez, el citado Festival Cajamadrid del teatro Albéniz, las entradas se agotan varios días antes de los espectáculos y, además, independientemente de su calidad; el público va a todo.

La industria discográfica ha hecho negocio como nunca con el flamenco. Jamás se podía pensar en otras épocas, incluso recientes, que un cantaor pudiera vender doscientas mil copias de un disco. Desde luego, también tiene su parte negativa, pues son las casas de discos las que han impuesto una forma de flamenco, que no es precisamente la que le gusta a los aficionados de toda la vida. En realidad, quien ha creado un nuevo flamenco es la industria discográfica, un flamenco de consumo fácil, de venta fácil, de venta masiva. Otra cosa es si el flamenco es eso o no. El flamenco tradicional, un cantaor con su guitarrista cantando por siguiriya, soleá, malagueñas, etcétera, está fuera del "boom".

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