(crítica) Sabiduría y guasa
Los Veranos de la Villa. Chano Lobato y Antonio Vélez Pitingo, cante; Paco Cortés, guitarra. Jardines de Sabatini, Madrid. 4-VIII-04.
Pedro CALVO
Comenzar un ciclo flamenco con Chano Lobato (Cádiz, 1927) es un auténtico dulce. El maestro ha vivido tan intensamente el flamenco y durante tanto tiempo que hoy en día el flamenco no tiene un compendio similar en sabiduría, historia, memoria y gracia como los que derrocha Juan Miguel Rodríguez Sarabia. Han sido muchos años cantando por el mundo y en los principales tablaos para las grandes figuras. Por su buen hacer, el cante se combina con historias jugosas de una época del flamenco ya extinguida. Arrancó por tangos y soleá y, al acometer las alegrías, recordó a Ignacio Espeleta y a Pericón de Cádiz. Grandes figuras del cante y grandes embusteros, dijo. Memorias. Recordó anécdotas bien vividas, bien asimiladas desde los testimonios de Pericón, recogidos por el poeta José Luis Ortiz Nuevo. Nos informó de lo que era la «carne de bragueta» que Espeleta birlaba del matadero donde trabajaba: la escondía debajo de los pantalones. También fue jefe de jardines de Cádiz. Un día que Federico García Lorca le preguntó en que trabajaba, Ignacio le respondió: «Yo soy de Cádiz». Siguió Chano con cante de profundidades por seguiriyas, y de quintaesencia humorística de la Tacita de Plata por tanguillos.
(leer +) [vía la razón digital]
0 Comentarios:
Publicar un comentario
<< volver al índice