martes, septiembre 14, 2004

(crítica) Comunión con los versos de un arte menor. JUAN VERGILLOS


Hubo un tiempo que de la corte a la aldea había dos leguas que se recorrían a pie. Lo cantó anoche Laura Vital por sevillanas y lo escribió Tirso de Molina por seguidillas en el siglo XVII. Un tiempo en el que el maestro Cabezón escribía diferencias sobre una canción del pueblo, Guárdame las vacas. Un tiempo en que Bach estilizaba, con la técnica musical más compleja de la época, danzas populares de Italia, Inglaterra, Francia y España: gavotas, minuetos, zarabandas. Entonces Lope escribía las Seguidillas del Guadalquivir después de firmar sus Rimas sacras. Góngora compoñía Polifemo pero también Hermana Marica.

Esa comunión, trasvase, hermanamiento o disolución de lo culto y popular, ese abismo que el arte del siglo XX institucionalizó y sacralizó, es el que ha querido saltar José Menese en esta propuesta, a partir de un arte popular como el flamenco pero culto como el flamenco. Sobre la lírica del siglo de oro hispano, para que no halla suspicacias. Y con la colaboración de músicos sometidos a la disciplina del atril.

(leer +) [vía diario de sevilla]